De noviembre a febrero, miles de cerdos de engorde se sacrifican en España en las matanzas familiares. A cuchillo, como se hizo siempre, con el animal chillando y dando sacudidas hasta que se desangra del todo. Ese proceder está prohibido por ley desde hace ya casi dos décadas, pero algunos o no lo saben o miran para otro lado. Una directiva europea de 1993 permite seguir con esta tradición, fuera de los mataderos, pero siempre que al cerdo se le haya aturdido antes de clavarle el cuchillo. Eso no se hace prácticamente nunca.
En el mismo sentido se reguló en España en 1995, y algunas regiones incluso redactaron normativa propia sobre bienestar animal que les proporcionó amables titulares y aplausos, pero que nunca han cumplido.
Baleares, por poner un primer ejemplo, prometió en su día repartir pistolas aturdidoras en los Ayuntamientos para facilitar a los vecinos el cumplimiento de la ley. Fue en 2007. Salió el titular en la prensa, pero de los aturdidores poco se sabe.
En Extremadura se habló de algo parecido y una norma delegó en los Ayuntamientos y en los veterinarios que efectúan los registros sanitarios de las vísceras, la vigilancia del cumplimiento de la ley. Eso, en 2006, también contó con sabrosos titulares en los medios de comunicación. No han recibido una sola denuncia, dicen, a pesar de los miles de cerdos que se matan de forma tradicional. Es difícil -y quizá descarado- pedir a un alcalde de un pueblo de 400 habitantes, o de 1.000, que denuncie a sus vecinos, o que se autodenuncie, que también los alcaldes hacen matanzas en casa.
Hay más modalidades de eludir la ley. El caso catalán podría describirse así: las matanzas domiciliarias ni están prohibidas, ni autorizadas. "Es un acto privado que no podemos controlar, que se hace bajo la responsabilidad de cada uno. Nuestro consejo es que maten en matadero, con aturdimiento, pero, si no lo hacen, no podemos impedirlo", dice una portavoz del departamento de Salud catalán. Ni siquiera, informa, hay registros sanitarios de estas matanzas, porque "se hacen con veterinarios privados". Si es que se hacen, porque no hay control oficial sobre eso, aseguran.
En Castilla y León tampoco se han recibido denuncias, ni en Andalucía. Pero no se deja inconsciente al cerdo antes de darle muerte. Y lo mismo en Galicia o en Castilla-La Mancha. Los gruñidos de muerte se oyen en cualquier amanecer de San Martín. El invierno pasado se sacrificaron en Extremadura 17.481 cerdos en matanzas familiares; en Andalucía hubo 4.294 matanzas caseras en 2009, pero la campaña continúa en 2010 (no tienen datos cerrados). 30.797 cerdos se sacrificaron en casa en Castilla y León entre 2009 y 2010.
Suma y sigue. Aunque sigue más que suma, porque estas tradiciones semifestivas disminuyen notablemente de año en año. Cuando España ratificó la normativa europea en 1995, los castellanoleoneses sacrificaban 126.755 cerdos para consumo propio, una cifra que en una década bajó a 52.202. En Extremadura mataban 48.149 cerdos al inicio de este siglo, más del doble que en la actualidad. El descenso tiene que ver con la despoblación del mundo rural, y con las formas de vida, que tanto han cambiado. Los productos de matanza se comían en el campo, en época de cosecha. Ya no es tan usual, ni tan necesario.
A cuchillo y con un grito hiriente -aun antes de ser acuchillados- muere la inmensa mayoría de los 2.000 cerdos que se sacrifican en Baleares para elaborar sobrasadas en las matanzas rurales. Entre noviembre y abril, en todos los pueblos se mantiene la fiesta payesa mediterránea, que pervive con raigambre. Decenas de miles de personas asisten al festejo y cientos de miles consumen embutidos elaborados en estas circunstancias, informa Andreu Manresa. El consejo regulador de la sobrasada de Mallorca afirma actuar bajo control y legalidad total. Registró en 2009 la muerte de 1.776 cerdos negros, la variante autóctona. Esta última semana el Colegio de Veterinarios había contado unos 600 cerdos de matanzas privadas, sobre los que se hacen análisis sanitarios, pero no se controla la forma en que se les da muerte. Solo en el municipio mallorquín de Santanyí se ha dispuesto un matadero para que los particulares acudan a sacrificar con control sus cerdos para la matanza y después elaboren sus embutidos en sus casas.
Baleares y alguna otra comunidad ya tuvieron en su día un disgusto con la ley. En 2001, la Asociación Nacional para la Protección y el Bienestar de los Animales (Anpba) denunció en Europa la práctica de matanzas domésticas sin aturdir al cerdo. Baleares se resistió en un primer momento, pero finalmente se cambió la normativa.
Alfonso Chillerón, presidente de Anpba, asegura que han recibido denuncias y preguntado sobre ello al Ministerio de Medio Ambiente. De la respuesta que obtengan "dependerá que elevemos o no el asunto ante la Comisión Europea", dicen. "De la misma manera que se controla oficialmente la sanidad de las carnes en estas matanzas también debería ser controlado, efectivamente, el preceptivo aturdimiento previo de los cerdos", señalan.
Fuente: El País.